jueves, 16 de agosto de 2007

BREVE HISTORA DEL ARTE MEXICANO Y CHICANO DEL SIGLO XX.
D. Antonio E. De Pedro Robles
(Doctor en Historia del Arte)

I. El Muralismo mexicano.

Tras la Revolución Mexicana (1910-1917) y el advenimiento de los nuevos ideales reformadores de las viejas estructuras del poder y la educación llevados a cabo por el Secretario de Educación, José Vasconcelos, nació la Escuela Mexicana de Pintura; de la que se originará el Movimiento de pintura mural, más conocido como “Muralismo Mexicano”. Durante las décadas que siguieron a esta gestación, fueron llamados a colaborar una serie de jóvenes artistas mexicanos, algunos de los cuales residían por ese entonces en Europa: Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros. Quienes, junto con Roberto Montenegro, pintor que luego regresaría a la pintura de caballete y formaría parte del grupo de surrealistas mexicanos, conformarían lo más destacado de la llamada “Primera Generación de Muralistas”.

Con posterioridad, a este grupo inicial se les unirían nuevos artistas de diverso origen y nacionalidad: Jean Charlot, de origen francés, residente en México desde 1921 y miembro fundador del Estridentismo, grupo de artistas y literatos dedicado al desarrollo del grabado; Pablo O’Higgins, norteamericano que se trasladó a México en 1927, y fue ayudante de Rivera durante varios años; el guatemalteco Carlos Mérida, quien también ejerció labor de crítica y divulgación del movimiento; y, por ultimo, Juan O´Gorman, nacido en México pero hijo de emigrantes irlandeses, de formación arquitecto, quien contribuirá a la realización de obras tan significativas como el mural de la Biblioteca Central de la Universidad de México. También participarían, otro número de artistas que de alguna u otra manera se vieron influenciados por estos grupos iniciales y que han sido incluidos en la llamada Escuela Mexicana, que tuvo en la Galería de Arte México (1935), dirigida por Doña Inés Amor, el principal centro de difusión del momento.

El Muralismo mexicano fue inicialmente una manifestación pública y utópica de los ideales políticos y culturales que habían animado a la Revolución: la reforma agraria; la recuperación de las identidades indígenas; lo racial como instrumento de identidad Nacional. Incluso, los mismos momentos culminantes de la Revolución, con sus héroes y caudillos, fueron motivos de sus temáticas. Así, como también, la conquista del progreso y el desarrollo técnico; la educación popular; etc. Todo ello, conforman los temas preferidos de los muralistas.

La primera generación de muralistas se caracterizó por su fuerte politización y compromiso social. Artistas como Siqueiros o Rivera fundaron organizaciones gremiales reivindicativas como el Sindicato Revolucionario de Obreros Técnicos y Plásticos (1922). Fundándose posteriormente su órgano de difusión la conocida revista: El Machete. Cuyo primer número apareció en marzo de 1924. En 1923, el Sindicato emitió un manifiesto dirigido a la raza indígena humillada, como a todos los que no estuviesen comprometidos con la burguesía, en el que se rechazaba enérgicamente la pintura de caballete, mientras se exaltaba el arte mural, “por ser de utilidad publica”. Para ellos, el arte no constituía en la búsqueda exclusiva de nuevas formas de expresión del lenguaje artístico (aunque fueron capaces de desarrollar de manera extraordinaria, nuevas técnicas pictóricas en relación con los nuevos materiales arquitectónicos que iban surgiendo: el concreto, por ejemplo), sino que sus trabajos debían sintetizar el empleo de estos materiales modernos con un lenguaje plástico figurativo, capaz de llegar de manera directa y didáctica a la gente; al pueblo mestizo mexicano.

Los primeros murales se ejecutaron en la Escuela Nacional Preparatoria de Ciudad de México (1923-1926) y fueron realizados por José Clemente Orozco. Ofreciendo en ellos, las características de su estilo basado en líneas oblicuas y colores terrosos. A estos murales le seguirían en importancia, los realizados casi por la misma época (1923-1927) en la Secretaria de Educación Pública, de la misma ciudad de México, por Diego Rivera, que había estado en Italia entre 1923 y1927, realizando estudio sobre el muralismo clásico renacentista de Giotto, Miguel Angel, Piero della Francesca. Rivera también realizaría los murales de la Universidad Autónoma de Chapingo, en la que, junto con los temas emparentados con el “realismo social”, aparecen desnudos de tipo alegórico; muy frecuentes, por otra parte, en su pintura de caballete. Posteriormente vendrán los murales para la ciudad de Guadalajara, realizados por Orozco: Paraninfo de la Universidad, Hospicios de Cabañas y el Palacio de Gobierno.
En la década de los treinta, estos artistas, junto con Siqueiros, despliegan su actividad pictórica fuera de las fronteras de su país: Rivera pintó murales en diversas ciudades de Estados Unidos (San Francisco, Detroit, Nueva York) convirtiéndose en uno de los artistas más cotizados del movimiento. Por su parte, Siqueiros mantendría un fuerte compromiso político ligado a las directrices del Partido Comunista de la antigua URSS, y viajaría a Argentina y Uruguay, de donde será deportado por el desarrollo de actividades políticas, instalándose en Nueva York y fundando, en el año 1936, el Taller Experimenta Siqueiros; institución a los que asistieron diversos artistas norteamericanos, entre ellos Pollock. En el año 1941, pintó murales en Chile y en el 1943 en La Habana. Posteriormente, volvió a su país, desarrollando sus mejores trabajos en el Palacio de Bellas Artes (Ciudad de México), Ciudad Universitaria y Museo Nacional de Historia.

De la “Segunda Generación” de muralistas mexicanos, habría que destacar la labor del arquitecto Juan O´Gorman. Éste formo parte de una generación de arquitectos comprometidos con las posturas nacionalistas que indagaban en la tradición colonial y precolombina las reglas fundamentales de la arquitectura mexicana. Las construcciones adaptadas al paisaje, llenas de colorido y realizadas en materiales tradicionales, en las que era frecuente la combinación de murales. Destacando la casa estudio de Rivera; la vivienda de sus padres; y, sobre todo, su extraordinaria casa en el desierto de San Jerónimo construida en 1962. O´Gorman se intereso por la pintura mural como parte sustancial de su heterodoxia arquitectónica. Con el pintor Diego Rivera, aprendió los usos de los materiales y técnicas nuevas. Destacando su mural de la Biblioteca Central de la UAM, en el que se describe la historia de México, recurriendo especialmente a las alegorías constructivas.

Hacia finales de los años cincuenta, el muralismo inició su declive. El amaneramiento de "sus recetas” pictóricas y una temática viciada de retórica, lo convirtieron en un arte fácilmente manipulable por el régimen desarrollado por el PRI. La frescura y el sincero compromiso con las clases más necesitadas del país que había desarrollado en sus comienzos, se perdió definitivamente.

II. Rufino Tamayo: el otro muralismo.

Rufino Tamayo (1899-1991) figura en la historia del Muralismo mexicano como una de sus personalidades más destacadas; especialmente para las generaciones posteriores al muralismo. Su obra realiza una síntesis entre los elementos tradicionales de la cultura mexicana y las influencias recibidas del cubismo, expresionismo y surrealismo. Esta síntesis, le permitió ofrecer la posibilidad de un lenguaje muy personal y trascendente; alejado del realismo social practicado por sus contemporáneos. Sus temas son los clásicos de la pintura universal: naturalezas muertas, animales, figura humana, retratos. Todos ellos, visto desde una perspectiva latinoamericana que no niega el intimismo como instrumento de búsqueda pictórica. La pintura de Tamayo no es la alegoría de la gesta revolucionaría, sino la consecuencia de escudriñar en los valores y sentimientos del indígena de su país, aquellos elementos que configuran su trascendencia histórica como pueblo.

Su pintura pasó por distintas fases: desde una pintura inicial más cercana a los intereses del resto de muralistas; pasando por sus series de pinturas denominadas Animals (1941) y Cuerpos Celestes (1946); hasta desembocar en sus producciones de los sesenta y setenta, en las que su repertorio se vuelve más hermético. Entre sus obras murales más importantes destacan: Escuela Nacional de Música, Ciudad de México, 1932; Palacio de la UNESCO, París, 1957; Palacio de Bellas Artes de México, Ciudad de México, Hyllier Art Lybrary, en Massachusetts, y Bank of Southwest, en Houston.


III. Frida Kahlo.

Ningún artista surgido al cobijo del Muralismo ha tenido tanta influencia sobre las nuevas generaciones de artistas mexicanos de finales del siglo XX, como la pintora Frida Kahlo (1907-1954). Su vida y su arte han trascendido las fronteras tradicionales de su país, convirtiéndose en un símbolo de identidad nacional y racial para los artistas chicanos norteamericanos. Y un icono de la posmodernidad para el resto de los artistas americanos. Sin olvidarnos que su imagen ha sido también asimilada por las nuevas generaciones de artistas europeos. Su accidentada vida, plagada de enfermedades y desgracias personales de las que su cuerpo se convirtió en testigo, la han elevado a la figura de uno de los últimos mitos del arte moderno. Comparable al tormento de un Vangoth o la tragedia neorrealismo de un Modigliani.

Esposa del pinto Diego Rivera, con quien compartía sus ideales políticos y sociales, " la Kahlo”, como así se le conoce popularmente, supo desarrollar una pintura muy personal alejada de las influencias del realismo social practicado por su marido. Pero la tragedia personal se convirtió en la excusa idónea para desarrollar una pintura (especialmente retratos) cargada de un simbolismo que algunos autores han calificado de surrealista; aunque ella siempre negó su “militancia” en el grupo formado por el poeta y artista André Bretón. La obra de Frida Kahlo planteó constantes interrogantes en relación con su identidad como mestiza (su madre era india y su padre de origen judío húngaro) y los destinos casi telúricos de su existencia. Desde este mundo individual, plagado de tragedia física, Kahlo es capaz de conectar con el sufrimiento místico e histórico de los de su raza. Convirtiendo su pintura en un escaparate de su propia existencia; pero también, en una bandera de libertad y de entrega hacía la pintura como único camino de trascender y de comunicarse con el mundo.

IV. La generación de ruptura

A finales de la década del cuarenta y durante toda la del cincuenta, se gestarán y desarrollarán los primeros movimientos o posicionamientos individuales que discutirán el liderazgo del Muralismo como único vehículo de comunicación artística. Esta ruptura esta conformada por un grupo de artistas que hacen gala de un fuerte individualismo y una búsqueda de asimilación de las corrientes vanguardistas internacionales; anteponiéndolas como contrapartida al oficialismo artístico. A este grupo pertenecen, en cierta forma, el mismo Tamayo, y, especialmente, los artistas: Alfonso Michel, Manuel Felguérez, Liliana Carrillo, Cornelia Urueta, Vicente Rojo, Fernado Garcia Ponce, Héctor Xavier, Emilio Ortiz, Francisco Toledo, Enrique Echeverría, Albero Gironella y como no, José Luis Cuevas, quien será figura indiscutible de la plástica mexicana en las décadas venideras.

Algunos de ellos como Felguérez, Carrillo, Ponce y Rojo regresan de Europa con una fuerte inclinación por el arte abstracto, muy cercanos al Expresionismo Abstracto que, por entonces, alcanza altas cuotas entre diversos artistas europeos y norteamericanos. En este sentido la obra de pintores españoles como Tapies, Saura o Guinovart tuvieron notable eco entre estos artistas mexicanos. Otros, se debatían entre distintos lenguajes y combinatorias: el neoexpresionismo, el posromanticismo, el abstraccionismo lírico, etc. Artistas como Gironella, por ejemplo, enfocaron su trabajo hacia posiciones cercanas al Pop Art con una fuerte influencia del Surrealismo. Mientras que Ortiz y Toledo, trabajaron obras cercanas al realismo mágico.

Pero no sólo las influencias venían del exterior, sino que, por esas épocas, distintos artistas europeos se habían trasladado a México. Entre estos artistas se encontraban el alemán Mathias Goeritz, que llega al país a finales de los cuarenta e imparte clases de educación visual en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Guadalajara. Promoviendo la creación de un museo experimental en esa ciudad: Museo Eco; que aunque tuvo una vida corta, se estableció como referencia de las nuevas tendencias del arte contemporáneo mexicano. En 1957 llego a México, el suizo Roger Von Guten; y después lo hizo Brian Nissen. Ambos se unirán a los artistas de la ruptura,, teniendo alguna influencia sobre ellos.

Con los posicionamientos de los rupturistas, el arte mexicano se abrió definitivamente a la pluralidad de opciones y de miradas que caracterizará las décadas posteriores del siglo XX.

V. Nueva Presencia.

El movimiento Nueva Presencia nació en la década de los años sesenta, impulsado por los aires renovadores que los artistas rupturistas habían llevado a cabo con anterioridad. El principal impulsor de este movimiento fue el artista canadiense, residenciado en México y vinculado al taller experimental de Siqueiros, Arnold Belkin. Junto a él se unieron las actividades de Manuel Felguérez, Francisco Corzas, Rafael Coronel y José Luis Cuevas. Estos dos últimos artistas se vieron muy influenciados por las obras de muralista Orozco. Este grupo creó obras murales muy alejadas de los planteamientos políticos y sociales de los muralistas anteriores. Produciendo un lenguaje plástico alejado del “mexicanismo” y más cercano a un neorromanticismo, de corte europeo, que por esos momentos causa gran impacto dentro del escenario internacional.

VI. José Luís Cuevas.

José Luís Cuevas pronto se revelo como el artista dotado de gran talento para el dibujo, el grabador y la pintura. Sin duda, Cuevas convirtió al dibujo en su gran instrumento de creación. Dotándolo de una originalidad y relevancia nunca antes visto en la plástica contemporánea mexicana. La obra de Cuevas hará constantes referencias a un mundo personal, cercado por una obsesión cuasi nihilista de su existencia. Sin que, por ello, no fuese capaz de conectar con el público. Por el contrario, Cuevas supo combinar de manera extraordinaria todo tipo de influencias: desde las literarias (Dostoievski y Kafka) y cinematográficas; hasta las pictóricas recogidas de los grandes maestros del arte como Goya, Velazquez o Daumier. Sin olvidarse de su paralelismo con otros artistas contemporáneos como Bacon y Dubuffet. Sus temas preferidos son: la muerte, la locura, la enfermedad. Todo ello, teniendo a su propia persona como referente; en un sentido trágico y trascendental de la vida que se muestra no escaso de fina ironía.

Sus primeros dibujos recogen personajes sórdidos que poblaron su infancia y adolescencia en el arrabal urbano mexicano. De ello, pasará a imágenes sobre mujeres, parturientas, moribundos, enfermos, locos. Teniendo un periodo de preocupaciones por los acontecimientos históricos del pasado y del presente: su serie sobre la España de Franco es magnifica. De la misma manera, su visión de la conquista de México.

Pero es quizás en sus retratos y autorretratos donde Cuevas alcanza sus mayores cotas de creatividad y genialidad. En ellos, el artista dialoga con la propia historia del arte, se reviste de sus formas y sus lenguajes, sin perder por ello, su propia identidad. Su libro, Cuevas por Cuevas, publicado en 1964, constituye un buen resumen de estas preocupaciones.


VII. La Escultura.

Ignacio Asúnsolo y Fidias Elizondo fueron los dos escultores a los que se les reconoce su colaboración con el proyecto nacionalista de Vasconcelos. Asúnsolo es autor de varios monumentos como el dedicado a Alvaro Obregon; mientras que a Elizondo se le debe la creación del Cristo del Cerro del Cubilete que se encuentra en el Estado de Guanajuato.

El Estado no patrocinó a los escultores de la misma forma que impulso al Muralismo pictórico. Para ese momento, destacan escultores como Oliverio Martinez, con sus esculturas para el Monumento de la Revolución y Francisco Zuñiga, ayudante del anterior, que se caracterizó por un repertorio escultórico referido a la mujer indígena. Este conformaría un grupo de seguidores que artísticamente han repetido las formulas y modelos del maestro. Ya en la década de los setenta, aparece el conjunto escultórico más importante de la época contemporánea del arte mexicano. Se trata del Espacio Escultórico de Ciudad Universitaria concluido hacía 1979: La tempestad de lava milenaria. Propuesta que surge como el resultado de una labor colectiva de artistas: Mathias Goeritz, Helen Escobedo, Manuel Felguérez, Hersúa, Federico Silva y Sebastian. Obra en la que también participaron ingenieros y filósofos.



VIII. Las últimas décadas del siglo XX.

En los últimos treinta años del siglo XX, el escenario del arte mexicano se pluralizo y mantuvo una cierta tónica ecléctica común a los demás escenarios internacionales. Transcurriendo desde posicionamientos teóricos cercanos a los planteamientos semióticos (Grupos de Trabajo Colectivo) con planteamientos más o menos comprometidos con la lucha social, en los que juega un enorme papel los recursos teórico filosóficos; el estudio de fenómenos mass media; la publicidad, el graffiti y el happening. El objetivo común de estos grupos, desarrollados en los sesenta y setenta, fue fomentar una conciencia cívica ante el autoritarismo y la censura impuestas por los sucesivos gobiernos priistas. En el año de 1983, en el Museo de arte Moderno de Ciudad de México, se presento una exposición retrospectiva de sus actividades a cargo de Helen Escobedo y Rita Eder como curadora. A partir de los ochenta las diversas posibilidades creativas se intensifican. En el campo de la abstracción son importantes las posiciones de Irma Palacios y Francisco Castro Lereño. En el realismo e hiperrealismo destacan Arturo Rivera y Rafael Cauduro. En el ámbito del surrealismo o muy cercano a este lenguaje, se encuentra la obra de Enrique Guzmán, Nahum B. Zenil, Julio Galán y Rocío Maldonado. También encontramos a otros artistas que bebiendo de estas herencias manejan lenguajes considerados posmodernos: la pintura apocalíptica de Germán Venegas; la obra escultórica de Adolfo Riestra y de Javier Marín.


IX. El movimiento Chicano Norteamericano.

Desde sus inicios en 1965 en Dedalo (California Central) el Arte Chicano ha gozado de un carácter de totalidad estética en la que se mezclan imagen y palabras; movimiento y montaje escénico, danza y música; técnicas artesanas y elementos tecnológicos. Este arte se convirtió en el instrumento de divulgación de la lucha de la minoría de origen mexicano por obtener sus derechos civiles y políticos dentro de una sociedad como la estadounidense que ha ejercido sobre ella consecutivas prácticas de discriminación. No obstante, el Arte Chicano ha ido más allá de la simple respuesta reivindicativa. Sea ha convertido en un punto de referencia esencial para identificar el modo de vivir y de sentir de los hijos de los antiguos emigrantes mexicanos. Como ha señalado el crítico Max Benavides: “El exilio dentro de la antigua patria ha generado - para el artista chicano- un conjunto complejo de contradicciones internas y externas: residencia y aclimatación, orgullo y autodenigración, negación y autoglorificación ostentosa”.

El mundo iconográfico del Arte Chicano esta poblado o identificado plástica y culturalmente con una serie de mitos y leyendas comunes al ideario histórico de México. Algunos de las más representativas son: Aztlán, la mítica tierra prometida; la Virgen de Guadalupe, mito colonial mexicano relacionado con la feminidad y que puede representar - según el caso -: a la hija de Tonantzin, o a la Guadalupana; la imagen de la artista mexicana Frida Khalo, esposa del pintor Diego Rivera, símbolo de la hibridación entre el arte y el compromiso, el sufrimiento físico y la superación de la adversidad.

Dentro de unos parámetros que podemos calificar de índole posmoderno, el Arte Chicano actual aborda la ambivalencia como la única manera sensible de acercarse a la construcción de una identidad. Tratando de establecer una comunidad, al menos en parte, inventada o imaginada, en la que queden reunidas una serie de interrogantes de carácter individual y colectivo. Dentro de la estética ceremonial que maneja el artista chicano, no sólo estos elementos tradicionales de la cultura de sus padres son los que se catapultan como iconos de su mexichicanidad; sino otros elementos, tan poderosos como los anteriores, tomados de la sociedad de consumo estadounidense y mexicana. Así, artistas del cine mexicano, las viejas postales de México, los ídolos de la lucha libre, son incluidos en composiciones, en las que también figuran: las hamburguesas y elementos del fast food, la tecnología informática, el carro, las estrellas de Holliwood, etc. Provocando, todo ello, una nueva recodificación caracterizada por la agresividad, la explosión emocional y la crítica ácida del entorno social urbano e incluso doméstico que acompaña a sus vidas.

Por otra parte, los temas relacionados con la feminidad y el machismo son otros de los aspectos preferidos tratados por los artistas del Arte Chicano. En este sentido, artistas como Amalia Mesa-Bain ha desarrollado un conjunto de imágenes en relación con la domesticana, apelativo inventado por esta artista para identificar la imagen de la sufrida mujer mexicana.

X. Principales Artistas Chicanos

El amplio abanico del movimiento artístico chicano no nos permite abarcar a todos sus activistas. No obstante, de entre todos ellos destacan algunas figuras como: John Valadez, artista de la ciudad de Los Angeles (California), que se caracteriza por sus trabajos muralistas: The Broadway Mural; Amalia Mesa-Bain, trabaja en San Francisco (California) sus preocupaciones están en relación con la mujer chicana, su feminidad y el papel que esta desempeña dentro de la Cultura Chicana; Daniel J. Martínez, artista provocadora que trabaja en la ciudad de los Angeles, la rabia y el insulto son las líneas conductoras de su arte.

Otros artistas destacados son: Javier de la Garza, Silvia Gruner, Rubén Ortiz Torres, Ada Hernández, Amado M. Pena Jr, Yrenia Cervantez, Yolanda López, Julio Galán, Rubén Trejo, David Avalos, Santa Barraza, Carmen Lomas Garza, Celia Muñoz, Patricia Rodríguez, Patssi Valdez, Juana Alicia, Judy Baca, Enrique Chagoya, Eva Garcia, Garcia-Nakata, Rupert Garcia, Frank Lopez.Motnyk, José Montoya, Diane Gamboa, Roberto Delgado, Esteban Villa, Armando Rascon y el grupo ASCO de Los Angeles (California).

Como ha señalado Max Benavides: “el artista chicano se maneja entre realidades contradictorias: éxito en el ámbito artístico, contra racismo cotidiano; madurez estética contra indiferencia generalizada; patrones anglo contra contenidos chicanos”.

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